El
primer día del 2014 no fue un buen día para mi, se que no todos
pueden serlo, pero coño llevaba 1 de 365. Digo malo, que no inútil.
En estos primeros días me he dado cuenta de muchas cosas, he
descubierto un objetivo, una idea, he puesto esencia a mis
pensamientos y sacado en claro muchas cosas. He podido ver con mis
propios ojos lo caprichosa que es la mente, puedes tirarte horas,
días o años para ver las cosas claras, puede ser mientras hablas
con alguien, mientras paseas o haces ejercicio, o simplemente no
llegar. Pero en mi caso, he tenido que esperar a ver como bala una
oveja en mitad del monte, subida a una piedra, alzándose sobre las
demás creyéndose una reina. El por qué de que yo estuviera allí
es otra historia, no muy alejada del motivo que me atañe en estos
momentos, pero no traída ahora.
El
enérgico impulso de dicho animal provocó que saliera de las tierras
movedizas en las que mi mente se sumía por momentos. Ver como el
resto del rebaño pasaba de ella, como si fuera una hoja más en un
bosque otoñal, hizo que abriera los ojos..
Que
ciego he estado siempre, que estúpido e ingenuo al pensar que la
vida no era tan difícil como muchos imponían allá por donde
fuesen. ¿Qué es madurar?, o mejor dicho, ¿qué es para mí
madurar?. Madurar no es sinónimo de frialdad hacia las disimilitudes
que se nos presentan, sino el saber controlar la ira, el genio y
resolver las discrepancias sin faltar ni destruir al otro. Madurez es
paciencia. Es la voluntad de posponer el éxtasis y la emoción
inmediatos a favor de un beneficio a largo plazo. Madurar es
perseverancia, es la habilidad y el conocimiento de sacar adelante un
ideal, un trabajo o una situación a pesar de los contratiempos y
retrocesos decepcionantes que en la vida se nos presentan a diario.
"El
hombre es literalmente partido en dos:
Él
tiene una consciencia de su espléndida identidad única
en
cuanto a sobresalir de la naturaleza con una imponente
majestuosidad,
y aún así vuelve al suelo ciega y tontamente,
para
pudrirse y desaparecer para siempre"
Ernest
Becker
Hace
poco leí un ensayo de Sigmund Freud se llamaba “La
transitoriedad”. En el habla sobre la psique humana, y cita una
conversación que mantuvo con el poeta Rilke. Ambos caminaban a lo
largo de un bello jardín con unas vistas increíbles. Y en un
momento, Rilke veía como tenía la imperiosa necesidad de romper a
llorar. Ante esto, Freud dijo, “¿Qué pasa? Si el día es
perfecto, si las plantas están florecidas y preciosas, el jardín
desprende pura armonía con la vida. Esto es magnífico”. Tras
esto Rilke contestó, “Bueno, no puedo superar el hecho de que un
día todo esto desaparecerá. Todos los árboles, todas las plantas,
toda esta vida va a decaer. Todo se disuelve en el sinsentido cuando
se piensa en el hecho de que la impermanencia es la única certeza.
Tal vez el mayor “fastidio” existencial de todas es la entropía.”
Mentiría
si dijera que lo entendí la primera vez que lo leí. Sin embargo
ahora parece cobrar sentido en mi cabeza, porque tal vez sea ese el
motivo por el cual aun estando enamorados, estemos un poco tristes.
Hay un pesar, hay un temor subconsciente al cenit. ¿Será por eso
que cosas hermosas nos pueden hacer sentir en ocasiones tristes?,
¿Será por eso que el amor nos llene a la vez de melancolía?,
¿Será por eso que a veces siento nostalgia por algo que no he
perdido todavía por ver su fugacidad?. Y así, ¿cómo podemos
responder a esto?, ¿Amamos con más fuerza?, ¿O nos apegamos al
credo budista del no apego?, ¿Simplemente hacemos que no nos importa
y nos resignamos a que lo que más amamos nos va a ser quitado?. Y la
verdad, yo no sé si puedo aceptar eso. Mas no quiero, en su lugar
hay que tener rabia contra la muerte de la luz, creo que hay que
desafiar a la entropía y la impermanencia. Hay que disfrutar los
días como si fuesen los últimos. Hay que demostrar al mundo que si
es con la persona a la que amamos, todo tiene sentido. Aferrarse el
uno al otro y susurrar a ese pesar y temor, que no la voy a dejar ir.
Que no acepto la naturaleza efímera de los momentos felices, sino al
contrario extenderla para siempre. Luchar por las cosas que para mí
son preciadas y bellas. Y de esta manera no sucumbir ante el
pernicioso temor al fin de las cosas.
Este
es el concepto de mi idílico futuro. Puede que para algunos sea una
locura, puede que para otros sea algo egoísta o incluso un utópico.
Pero es mi manera de pensar, es con lo que me armonizaría con el
mundo. Es con lo que mi vida cobraría sentido, una meta, un objetivo
mas fuerte y poderoso que la más poderosa de las convicciones.
Puede
que esto cobre sentido para mi, más puede incluso que sólo lo tenga
para mi. No me resulta fácil expresar con palabras lo que por mi
cabeza pasa a diario. Os juro que lo intentaré. Os juro que
intentaré poner en orden mi cabeza y ver si de esta manera puedo ver
mi sitio en el mundo.
Fran.
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